BUENOS AIRES.- "Hace un año recibía una llamada de un número desconocido y, de un momento a otro, el frente de mi casa se me llenó de gente... Comenzó, ese 5 de agosto de 2014, un viaje con olor a aventura y sueños de final feliz, abrazos muchos llantos, preguntas, respuestas y más respuestas que preguntas". Así reza el comienzo del relato que difundió esta mañana Ignacio (Guido) Montoya Carlotto en su página de Facebook.
La suya no es una historia más. Es la de una persona que se crió con un nombre y apellido que no eran los propios, con unos padres que no eran los suyos, y sin saber que había una familia, una abuela en especial, que lo buscaron durante casi 40 años. Un 5 de agosto, Ignacio Hurban se enteró que era Guido Montoya, y que Estela Carlotto, la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, era su propia abuela.
"Me encontré en el abrazo de las Abuelas, el apretujón de los tíos, y la cara de sorpresa de los muchos primos, con la alegría reflejada en lágrimas de una larga vida de búsqueda, al fin con el premio del abrazo final. A la vuelta de este gran y muy largo año, me vuelvo a encontrar con algo que escribí hace mucho –seguramente leído de algún otro lado- que sabia pero ahora lo sé con el definitivo valor de la experiencia: Las mejores cosas de la vida no son cosas”, escribió "el nieto de Estela", como se lo empezó a nombrar desde ese día.
En una entrevista que concedió al diario "Tiempo Argentino", Ignacio reflexionó acerca de lo vivido en este año: "El 5 de agosto me quedó hace 20 años. Todo lo que viví desde ese día fueron 20 años en uno solo”.
Desde ese día intenta adaptar su vida a esa nueva realidad. Eligió seguir viviendo en Loma Negra, donde se está construyendo su casa, así como llamarse Ignacio, nombre que le dio la pareja que lo anotó como hijo biológico y lo crió.
En este año vivió muchas cosas por primera vez. Debió escapar de su casa junto a sus amigos y su pareja luego de que se filtrara su nombre a la prensa, se encontró con su familia biológica, conoció a la presidenta Cristina Fernández y viajó por primera vez en avión para conocer al Papa Francisco y a Rafael Correa, presidente de Ecuador.
Su aparición sacudió a un sector de la sociedad, que comenzó a revisarse el rol de la todopoderosa empresa Loma Negra y nombres de la aristocracia local, como Francisco Aguilar, el patrón de la estancia donde Clemente y Juana Hurban criaron a Ignacio.
Fanático de River, "Pacho", como lo llaman sus amigos, pasará la noche del aniversario de su restitución en el Monumental, esperando la segunda final de la Copa Libertadores, en la que el equipo de sus amores se enfrente con Tigres, de México.
- ¿Cómo recordás los eventos de hace un año atrás? ¿La fecha te trae recuerdos?
-Es una fecha, nada más. No he vivido mi vida con momentos icónicos y los momentos que son icónicos para mí tal vez no lo son para la gente. Todos piensan en el momento del abrazo, que tu vida haga un crack, pero no fue así. Fue "Hola qué tal, ¿cómo andás? Vamos a tomar unos mates y hablemos." Lo que empezó a pasar ahí fue lo lindo: los chistes, a hablar, esos primeros instantes no me los voy a olvidar más. Fue un momento muy intenso pero lindo, divertido.
-A los pocos días decidiste salir a dar esa ya recordada conferencia de prensa. Se te vio bastante bien preparado para la situación.
- Es algo extraordinario para lo cual nadie está preparado. Acá en Olavarría era una persona más o menos conocida, había dado notas varias veces y sabía cómo era. Lo que pasa es que había cuestiones muy pesadas en el medio y fue complicado en ese momento, porque además te están pasando otras cosas que no tienen nada que ver con los medios. Los medios te "chupan un huevo", te importan otras cosas, tenés miles de quilombos y los medios te llevan a tener otro problema extra. Esto de tener que escapar, tener que tener respuestas a las más variadas preguntas que después se transforman en las 14 preguntas de siempre.
-¿Cómo te sentías ese día?
-Cuando di la conferencia ya había pasado todo. Estaba todo dicho, no había nada para hacer. Quería volver a mi casa. Lo más importante ya lo habíamos hecho. Encontré a la familia, me di cuenta de que estaba todo bien. La conocía a Estela como la conocían todos, pero como yo había tenido contacto con gente que había sido atravesada por el terrorismo de Estado y era más hosca, con cierta tristeza... Me equivoqué, le erré demasiado (se ríe).
-¿Cómo fue volver a tu rutina después de eso?
-Me tomó muchísimo tiempo retomar mi ritmo de vida. No va a ser nunca más el mismo ritmo, pero volver a encontrarme con lo que soy, con eso que es tu identidad más allá de los papeles y de la familia que no conocías... Uno es lo que hace. Los nuevos nietos somos gente grande. Estamos más cerca de los 40 que de los 30 años y eso también te da un bagaje, en alguna medidas ya estás afirmado. Igual te mueve, te moviliza, pero ya sos vos.
-En una entrevista reciente dijiste que no sentís que te hayan robado la identidad.
-Es que para mí, el afano se lo hicieron a los Montoya y a los Carlotto. La dictadura les afanó un niño, mataron a los hijos y a partir de ahí arrancó la búsqueda. Pero yo no tengo esa sensación de que me hayan robado nada. Yo vivo la vida que quiero, de pleno desarrollo, trabajando de lo que me gusta, en una ciudad que me trata bien, rodeado de amigos, de gente que quiero, en pareja. Y esa profesión marca un desarrollo de la identidad, lo que hacés, cómo sos, lo que pensás. Tenemos a veces un concepto de identidad un poco estático, como si la identidad fuera nada más saber quiénes son tus padres biológicos. Eso es importantísimo porque puedo dar fe de que te termina de cerrar un montón de cuestiones, pero la identidad es algo que construís todos los días. Por eso la decisión mía de decir que no me llamo Guido. Guido era mi abuelo. Mi nombre es Ignacio y ni siquiera es una decisión, es una sensación y sentimiento de certeza. A través de ese nombre yo construí mi vida. Lo que pasó fue que entre todas las decisiones apuradas que tuve que tomar en ese momento, que fueron un millón, dudé un poco con lo del nombre para darle el gusto a mi abuela, pero después me di cuenta de que no era yo. Ahí, para los medios yo fui Guido y a nadie le importó lo que pasó después. Te bautizan y te encontrás gente en todo el mundo que te dice Guido. "¿Pero cómo que sos Ignacio? ¿Yo te vi en la tele y vos sos Guido."
-En la conferencia mencionaste la energía genética que te llevó a la música. ¿Lo seguís pensando?
-Sí, porque ahí entra una parte de la historia que nadie conoce, que es mi vida anterior en el campo. En el campo era imposible que a alguien quisiera tocar el piano y le gustara el jazz si no te viene un llamado de otro lado. No había radio, no había nada. Y de ahí salir a la música, tiene que haber un llamado ligado a una energía mas interna. Genética o lo que sea sigo pensando eso. El click fue en una tertulia que escuché música en vivo por primera vez. "¡Ah, esto es lo que va!", dije. Sentí el llamado y acá estoy.